De acuerdo a la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la mala alimentación o malnutrición “se refiere a las carencias,
los excesos y los desequilibrios de la ingesta calórica de nutrientes de una persona”.
En otras palabras, una alimentación inadecuada es aquella que supone algún desequilibrio en nuestra salud. Esto incluye las dietas cargadas
de grasas y azúcares refinados y que, a su vez, no aportan los nutrientes esenciales que promueven el buen funcionamiento del organismo.
La malnutrición tiene varios efectos negativos sobre la salud y la calidad de vida de las personas. El envejecimiento precoz, las alteraciones
digestivas y el desequilibrio de la microbiota son algunas de las consecuencias más frecuentes de tener una mala alimentación.
simismo, la ingesta de productos con un alto contenido en grasas saturadas, azúcares refinados y calorías vacías también incrementan la probabilidad
de desarrollar enfermedades como la diabetes o la obesidad
Las dietas inadecuadas también incrementan la prevalencia de sufrir obesidad y sobrepeso. Asimismo, los malos hábitos alimenticios elevan el colesterol LDL y pueden contribuir a la aparición de la diabetes tipo 2 y la hipertensión.
La comida es nuestro combustible para funcionar y, si lo que utilizamos como alimento no cumple esa función, el resultado es un aumento de la fatiga de manera crónica.
No obstante, no siempre se trata de una carencia de nutrientes, sino también de un posible exceso. Por ejemplo, un consumo elevado de carbohidratos favorece el cansancio
y la falta de energía durante el día.
En nuestro país, seis millones de personas padecen diabetes. Una incidencia que podría disminuirse si los patrones de alimentación
fueran más favorables. Así lo confirman desde la Asociación Americana de la Diabetes (AAD): una buena alimentación, rica en
productos naturales (vegetales, frutas, legumbres, grasas saludables y semillas, cereales integrales…), es una de las mejores
formas de prevención de la diabetes.
Además, según apunta la Federación Española de Diabetes (FEDE), llevar un estilo de vida saludable podría reducir en un 76% la mortalidad cardiovascular
en diabéticos/as.
Las dietas altas en carnes procesadas, azúcares añadidos y grasas de mala calidad, unido a la falta de consumo de productos ricos en calcio, contribuyen a desencadenar la osteoporosis, una enfermedad caracterizada por la disminución de la masa ósea.
Si bien es cierto que las causas de la obesidad y el sobrepeso pueden ser dispares, hay consenso en que la mala alimentación es uno de los principales factores de riesgo, tal y como aseguran organismos oficiales como la OMS.
La ingesta de alimentos ricos en hierro y en vitamina B12 son claves para prevenir la anemia, el trastorno que indica un escaso contenido de hemoglobina que transporta el oxígeno de los pulmones a todos los órganos del cuerpo. Por tanto, las dietas bajas en dichos minerales y vitaminas pueden suponer el desarrollo de diferentes tipos de anemia.